Carlos Julio Báez Evertsz

De todas las democracias europeas “Francia es el único país cuya vida política está envenenada, desde hace unos diez años, por un partido de extrema derecha especializado en la diabolización de los inmigrantes”, escribía Emmanuel Todd, en el año 1994. Es decir, hace 19 años.

Mucha agua ha llovido desde entonces y la extrema derecha xenófoba ha dejado de ser patrimonio exclusivo de la política francesa. El mismo partido a que se refiere el demógrafo e historiador citado, el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, logró incluso aumentar tanto sus votos que superó a Lionel Jospin, del Partido Socialista, en la primera vuelta de las presidenciales en 2002. Hoy, teniendo a Marina Le Pen, hija del fundador del partido, como lideresa, sigue situado en una intención de voto que le coloca como el tercer partido de Francia.

En otras democracias europeas la derecha xenófoba ha ganado fuerza. En Austria, con Jorg Haider aumentaron tanto sus votos que gobernaron en coalición con los demócratas cristianos. Sin embargo, ir al gobierno no les benefició en absoluto, en elecciones posteriores perdieron un gran caudal de votos, y la muerte en accidente de su máximo líder, lo ha dejado como una fuerza residual. Aunque se ha recuperado.

 Actualmente, con la ola de criticidad confusa ante la crisis, y los ataques a la UE, lo que algunos llaman “populismo” de derecha,  gana adeptos, y en las últimas elecciones han vuelto a convertirse en una fuerza de consideración en Austria. Pero aún quedan los ecos de las proclamas de Haider contra los europeos del Sur, considerados por él como un atajo de vagos mantenidos por los europeos del Norte.

Hay una idea simplista de que la xenofobia y el racismo se ejerce siempre contra los negros, árabes,  turcos, judíos, gitanos, y las personas con un color de piel más morena, pero existe una xenofobia latente que se manifiesta solo en ocasiones, pero que está presente en el cuerpo social de muchos, por no decir de todos los países, que se dirige contra las personas de la misma “raza”, incluso de la misma religión, y a veces, hasta del mismo idioma, simplemente por existir eso que el gran historiador francés Pierre Vilar llamó, con erudita sutileza: “los hechos diferenciales”.

Esto tiene que ver con la existencia de las naciones. La gente necesita psicológicamente sentirse formando parte de un conglomerado que se puede sintetizar en la idea de Patria, por no hablar de comunidad, de un “nosotros”, por muy vago, difuso y socialmente diferenciado que éste sea.

Se puede gastar mucha tinta tanto en pro como en contra de la idea de nación y patria, pero es un hecho político y social, que sigue existiendo. ¿Hay alguien más parecido en religión, en cercanía geográfica, que un Valón o un Flamenco, que están conviviendo juntos, antes incluso de la creación de Bélgica como país, aunque unos y otros hablen cada uno una lengua diferente? Sin embargo, los flamencos, una vez que han pasado de población minoritaria y más pobre, a mayoritarios demográficamente y ser los ricos, desean separarse de los valones, a los que consideran una “carga económica social” para ellos.

También en Holanda hay un auge de los partidos de discurso xenófobo y anti UE. Lo que viene a confirmar una subida de estos partidos críticos con el sistema vigente y que ofrecen como alternativa un haz de ideas confusas, mezcla de populismo para consumo de gente decepcionadas con los políticos tradicionales, y de capitalismo “nacional”.

La derecha xenófoba se ha expandido en los países de la Unión Europea de manera acelerada. Recientemente el gobierno griego ha iniciado una persecución judicial contra el partido de extrema derecha Aurora Dorada (AD), cuya causa eficiente fue el asesinato de un cantante rapero de izquierda, pero que ya eran archi famosos por las palizas y vejaciones a que sometían a los inmigrantes en Grecia.

Este partido actualmente tiene 18 diputados en el parlamento griego y la intención de voto -antes del apresamiento de su cúpula-, es que podrían aumentar sus votos. Esta tendencia se sigue confirmando y puede ser que en mayo de 2014, en las elecciones al Parlamento Europeo, Aurora Dorada venga a engrosar las filas de la Derecha radical en dicho parlamento.

Es también famoso en Hungría el Movimiento por una Hungría Mejor, o partido Jobbik que funciona como una milicia calcada de las del partido Nazi y que se dedica, preferentemente, a hostigar a los húngaros de etnia gitana y a los judíos. Y como consecuencia de ello en cada elección aumentan sus votos. Pero sin que exista un partido xenófobo o racista como tal, en la civilizada república Checa, se erigieron muros alrededor de los barrios de predominio de personas de etnia gitana, sin que el neoliberal VaclávKlaus emitiera una mínima condena por ello, que sepamos.

Los gitanos, a los que ahora se les denomina por su etnia de procedencia, como Roms, son una población cuyos orígenes se les sitúa en India. Sus costumbres ancestrales han sido las de un pueblo itinerante, que se rige por sus propias leyes tribales, y que tienen un código estricto de normas de conducta y de jerarquía interna. Se suele decir que, como otros grupos étnicos o religiosos, ellos dividen a las personas entre los que son roms, y los que en España, al menos, denominan “payos”, es decir, los demás, los que no son gitanos.

Ha habido mucha literatura sobre la dificultad de integrarlos en las sociedades en que viven y de las que son ciudadanos. Cualquiera que haya estado o vivido en países con un alto porcentaje de población  gitana ha escuchado alguna vez decir aquello de: “Esta gente no quiere integrarse”. La realidad es que, cuando se dedican importantes recursos económicos y humanos para ese fin, se logran niveles satisfactorios de integración social.  Aunque no sea fácil ni barato hacerlo. Ni tampoco se consigue en un período breve. Por ejemplo, el que va de un proceso electoral a otro.

Para personas que tienen años y años en la marginalidad, como una especie de lumpen proletariado permanente, con niños a los que no se les envía a las escuelas o no tanto tiempo para que logren la disciplina horaria, las destrezas o titulaciones imprescindibles para la inserción laboral, viviendo en un ámbito caracterizado por lo que Oscar Lewis llamó la “cultura de la pobreza”, formar parte del ejército disciplinado de los trabajadores asalariados de las empresas, no es ciertamente tarea fácil. La marginalidad produce más marginalidad y la miseria más miseria, salir de ese círculo vicioso es harto difícil… pero no imposible.

Francia, los gitanos y la libertad de circulación

Manuel Valls es un ciudadano francés naturalizado, hijo de catalanes republicanos emigrados, nacido en Barcelona pero criado desde niño en Francia. Actualmente es el Ministro del Interior en Francia, fue uno de los aspirantes en el Partido Socialista para ser candidato a la Presidencia de la República, aunque al final, unió sus fuerzas a las de François Hollande.

Su currículo en el PSF es largo y exitoso. Fue un miembro del entorno de Michel Rocard, ex primer ministro, que ha sido siempre considerado uno de los políticos más inteligente de su país. Fue el encargado de Comunicación del Primer Ministro Lionel Jospin, ha sido también alcalde de Ivry y diputado.

En una entrevista, años atrás, decía de él mismo  que era un típico producto de las políticas republicanas de asimilación y de ascenso social a través de los mecanismos de la escuela, del sistema educativo de instrucción pública. En esa ocasión se quejaba de que ese ascensor social se estaba quedando paralizado en Francia para la nueva masa de inmigrantes.

Este político, que forma parte de lo que se puede decir  que es la izquierda sociológica francesa, ha sorprendido con unas declaraciones que le han valido una reprimenda desde la Comisión Europea, por parte de la vicepresidenta  y Comisaria de Justicia, Derechos Fundamentales y Ciudadanía, Viviane Reding.

Manuel Valls  señaló que los 20 mil roms (gitanos), en su mayoría procedentes de Rumanía y de Bulgaría, que viven en campamentos de viviendas construidas con desechos (los bidonvilles), mayoritariamente en Seine-Saint-Denis, y que según informes policiales, presuntamente, parte de ellos se dedican a la mendicidad y a los pequeños robos, deben abandonar Francia e irse a sus países de origen.

Según el Ministro del Interior ellos desean integrarse en sus países y lo que tienen que hacer los gobiernos de Rumanía y Bulgaria, que pertenecen a la Unión Europea, es dedicar esfuerzos y recursos para llevar a cabo dicha integración.

La cuestión es que, al ser Estados Miembros de la UE, los ciudadanos de esos países tienen libertad de circulación en toda la UE. Obviamente, los ingleses, irlandeses, chipriotas,  al ser insulares, tienen una presión menor de este tipo de “circulación de personas”, pero no ocurre así con los países continentales.

Jurídicamente el principio de la libertad de circulación de ciudadanos de los Estados miembros  de la UE o residentes legalmente en los mismos existe, pero no es la primera vez que Francia choca con la Comisión Europea sobre este asunto.

Durante el mandato del Presidente Nicolás Sarkozy hubo expulsiones de Roms desde Francia a sus países de origen y la Comisaria Viviane Reding hizo declaraciones indicando que Francia sería sancionada e incluso dijo que se estaba haciendo una política que traía recuerdos de otros tiempos. Aludiendo a la persecución y posterior exterminio de los judíos y gitanos en el Tercer Reich.

Sarkozy contestó que él como Jefe de Estado no podía permitir que se insultara a su país e invitaba a la Comisaria a que acogiera en su país, Luxemburgo, uno de los más ricos de Europa, a todos los Roms que quisieran ir al mismo. Al final, las aguas se calmaron y Francia no fue sancionada.

Hay que decir, que desde la izquierda francesa, no es Manuel Valls el primero que hace unas declaraciones señalando los límites que debe haber en las políticas de circulación, o, sobre la necesidad que tiene el Estado francés de poner límites a la inmigración.

Michel Rocard, el 3 de diciembre de 1989, dijo textualmente lo siguiente en una entrevista en la televisión francesa: “Nosotros no podemos acoger a toda la miseria del mundo. Francia debe continuar siendo –como lo es- una tierra de asilo político…pero no más que eso”.

Recuerdo para quien lo haya olvidado –o no lo sepa-, que Rocard fue el fundador y líder del Partido Socialista Unificado, PSU, uno de los partidos surgidos a raíz de Mayo del 68, y que fue un referente de la izquierda socialista radical, a la vez, que inteligente y programática. 

Manuel Valls repitió casi esas mismas palabras: “Francia  no tiene intención de acoger toda la miseria del mundo. La tarea de la izquierda es luchar contra la explotación de la miseria de todos esos niños  que se los dedica a la mendicidad, por las mafias dirigidas desde Rumania o Bulgaria”.

Como sus palabras fueron objeto de críticas por algunos de sus compañeros ministros del PS, dijo que no tenía nada de qué arrepentirse, que se trataba de personas que no estaban al corriente de los expedientes del caso (dossiers). Y terminaba dando a entender que si la izquierda no era capaz de hacer frente a los problemas que preocupan a los ciudadanos, al situarse no en el mundo real sino en actitudes de “buenísmo” principista, le estaban abriendo el camino a la derecha y a la extrema derecha.

Decía Manuel Valls: “Lo que puedo decir es que si nos comparamos con los ángeles, acabaremos haciendo el juego a la bestia”.

Las encuestas publicadas sobre este tema en Francia, el día en que escribo, dan estos resultados: El 93% de los encuestados consideran que los gitanos no se integran en Francia. Y tres sobre cuatro de los encuestados, es decir, el 75%, dice estar de acuerdo con las posiciones sobre el asunto externadas por el Ministro del Interior Manuel Valls.

Torrelodones, 30 de septiembre de 2013