Carlos Julio Báez Evertsz

8/05/2014

El gran periodista que es Ignacio Ramonet  ha escrito un artículo sobre el ascenso de la extrema derecha en Europa en Le Monde diplomatique .Lo esencial del mismo es que nos hace reflexionar para tratar de responder a la pregunta: ¿Por qué la izquierda no ha sabido ocupar el espacio que sí ha ocupado la derecha  radical?

La respuesta quizá sea ésta: Porque no ha sabido conectar con las necesidades y pensamiento profundo de su electorado de base: sus nacionales pobres, con sus problemas de paro y de carencias de todo tipo, materiales, de identidad, de orientación y otras.

Por tanto, el que sepa ver que vea y el  que sepa actuar correctamente que actúe. Ese problema ocurre no sólo en Europa. A muchos les encanta el “progresismo” de lo vacuo y de las ideas generalistas, parece que les produce un orgasmo espiritual defender al otro, al ciudadano abstracto y universal, pero son impotentes y ciegos ante su ciudadano nacional concreto.

Por eso son tan proclives a ser heraldos de las causas de “lo extranjero”, sean individuos, sean organismos internacionales, sean otros Estados, poderosos o insignificantes. Como decía un conocido líder de izquierdas que le ocurría a la burguesía de su tiempo en Europa, les parecían “maravillosos” los socialistas y comunistas… ¡de otros países!…pero siempre concluían que los de su propio país eran unos delincuentes y unos ineptos.

Eso se repite en otro contexto y ante otros problemas, pero es la misma actitud pequeñoburguesa, «bien-pensante», evasiva y, en el fondo, oportunista, de no afrontar la realidad y tratar de darle las soluciones de clase y pragmáticas adecuadas  a esos problemas, por ello se amparan  en lo global para evadir las cuestiones de sus parias nacionales, de su multitud local, de sus proletarios criollos. de sus mujeres y niños desvalidos, oprimidos y excluidos.

Son muy universalistas y cosmopolitas (la globalización obliga a ello ya que hay que ser “cool”), pero se pierden en cada esquina de su ciudad o pueblo, porque no ven los problemas reales y las contradicciones que se generan,  la carga que traen aparejada en el presente y que serán mayores y más graves  aún en un futuro próximo, y la razón está en que  no les interesa o eso parece, las cuitas de sus nacionales.

Por eso mismo pasan cincuenta,sesenta años dirigiendo partidos, siendo intelectuales orgánicos o militantes de pro y siguen siendo el mismo grupito, o tienen el mismo electorado: menos de un 2%, de un 3% de los votos  emitidos, o la misma intención de voto año tras  año, lustro tras lustro, década tras década. 

Los dirigentes políticos  (y también los intelectuales y los creadores de opinión) se miden por sus resultados. Hay que juzgar no por lo que se dice sino por lo que se hace y el impacto que tiene.El trabajo político se mide por sus logros. El balance fáctico en función de resultados es un clamoroso suspenso.

Al menos, así me lo parece. Por eso, muy modestamente, trato de no hablar a tontas y locas y sigo escribiendo lo que creo correcto desafiando los lugares comunes, las consignas dadas, los clichés progres y posmodernos, las imbecilidades establecidas como dogmas intocables, las poses para los pares, y lo hago con la esperanza de que  encuentren eco en oídos receptivos,  sensatos y reflexivos y se trate de evitar el abismo.

Es lo que puedo hacer y es lo que hago. Un Sísifo, quizás, pero no el de Camus, que al parecer era un hombre feliz por, al menos, realizar su trabajo o su «destino». No es mi caso, mi actitud es de rebeldía e insubordinación. Hacer siempre lo mismo lleva a tener los mismos resultados: no avanzar.

Torrelodones, 8 de mayo de 2014