Carlos Julio Báez Evertsz

El anuncio de que Iñigo Errejón se unía al proyecto de Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, llamado “Más Madrid”, ha impactado a la opinión pública española. ¿Se hunde Podemos? ¿Ganará la alianza tripartita de la derecha unida, otra vez, la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid? ¿Ha cometido Errejón un error político o ha acertado? Esas son las preguntas que explícita o implícitamente todos nos hacemos en España.

He tenido la oportunidad de escuchar a Iñigo Errejón después de la medianoche, en la madrugada de hoy en un programa de la TV, explicar los motivos de su anuncio abrupto de que pasaba a formar parte del proyecto de Manuela Carmena y exponer el por qué sigue siendo de “Podemos” y a la vez se integra en “Más Madrid”.

Sin embargo, sus explicaciones no me han podido despejar la incógnita de cuál es la “ganancia política” personal para él de ese anuncio, ya que era el candidato formal de Podemos a la Comunidad de Madrid, candidatura que pasó por unas primarias dónde obtuvo una mayoría amplia para ese puesto. La única razón que encuentro es que ha tratado de obtener con ello la posibilidad también de escoger con mayor libertad su equipo de campaña, las consignas, cooptar  de una manera u otra, el resto de candidatos de la lista para Madrid (o al menos los de los puestos principales), y quizás defender un programa electoral más acorde con sus ideas más profundas sobre el qué hacer en la presente coyuntura y algo, en política práctica igual de importante, cómo y con quienes hacerlo.

Otra explicación que ha servido de detonante de esta reacción es que Errejón ya no se sintiera a gusto dentro del corsé político de Podemos, que considerara que sus alternativas políticas diferían de las del grupo dirigente y que el abismo entre sus posiciones políticas y las de él se agudizaban cada vez más.

Un dato es que de los dirigentes  y del núcleo inicial de Podemos,  una parte de  los más conocidos, ya no forman parte de la Dirección: Luis Alegre, Carolina Bescansa, el ex secretario de Organización Sergio Pascual, Tania Sánchez  e inclusive el controversial e histriónico Juan Carlos Monedero, aunque éste continúa siendo un incondicional de Pablo Iglesias.

Como para ponerle la tapa al pomo, Podemos expedientó a un grupo de concejales del Ayuntamiento que hicieron causa con Carmena, cuando ésta anunció que ella sólo aceptaba ir de alcaldesa con un equipo solvente, que conociera el trabajo municipal y de su confianza política y profesional. No le valía que le impusieran una lista de militantes de Podemos que aunque fueran elegidos en primarias, no tuvieran las condiciones para desempeñar su trabajo o se convirtieran en trabas en las ruedas de la gestión del Ayuntamiento más importante de España.

 A todo lo anterior -y supongo que a una miríada de hechos internos de Podemos que al menos yo desconozco- hay que añadir las consecuencias del enfrentamiento democrático ocurrido en Vista Alegre II. Dónde Iñigo Errejón presentó una opción diferente a la de Iglesias y lo mismo ocurrió con Miguel Urbán de Anticapitalistas y los votos favorecieron a la opción de Iglesias. Para mí en ese evento político Podemos perdió una ocasión de oro de mostrarse como un partido diferente al resto y que creara una real opción democrática y popular, pero no lo hizo y se encaminó por la senda rutinaria del resto de los partidos.

¿Cuál era esa opción? Crear una verdadera Dirección Coral dónde estuvieran representadas todas las tendencias y sensibilidades avaladas por un número significativo de militantes y con propuestas políticas sistemáticas. En mi opinión tendrían que haber  realizado una Dirección Colectiva, con una presidencia o secretaria general rotatoria anual o alguna fórmula semejante. De manera que sucesivamente fuera uno de esa dirección el primus inter pares.

Pero no, se optó por el camino mil veces recorrido y que tanto en la derecha como en la izquierda significa siempre lo mismo: el predominio de un Jefe con su séquito de cortesanos más o menos incondicionales, y su contrapartida, la subordinación o minusvaloración política de todos aquellos que se le han opuesto. En ese momento escribí que Podemos se había convertido en otro lugar común de los partidos. Que había perdido su carácter novedoso, creativo e innovador. La fuerza de la mala tradición del estalinismo es larga y se proyecta sobre los nuevos políticos jóvenes como una losa que los muertos imponen a los vivos. Ahí fue que Podemos “se jodió”.

Hay un hecho político que separó a Errejón de Iglesias de manera más profunda que todo lo que se ha escenificado después. El no votar por la candidatura de Pedro Sánchez del PSOE a la presidencia y, al abstenerse, permitir  la elección de Rajoy y continuar el gobierno de la derecha en tiempos de recortes y restricciones para los trabajadores y las llamadas “clases medias” y de amnistía fiscal para los más pudientes. Muchos de los que votamos a Podemos nos quedamos verdaderamente frustrados, atónitos y cabreados por esa impresentable decisión política.

El cálculo de los Monedero, Iglesias y  su cohorte de  acólitos es que había llegado la oportunidad soñada de su particular “asalto a los cielos” en las urnas, partiendo de la hipótesis de que si se repetían elecciones Podemos daría el sorpasso al PSOE y se convertiría en el primer partido a la izquierda de la derecha tradicional española.

Errejón, Carmena y muchos otros no estaban de acuerdo con no desplazar a la derecha en el parlamento y arriesgarse a ir a nuevas elecciones. El resultado es de todos conocidos: Podemos perdió la friolera de un millón de votos. Por no votar a un PSOE centrista en el parlamento,  se abrieron las puertas de par en par para que gobernase Rajoy y el PP, hasta que la tenacidad, el tesón y la audacia de Pedro Sánchez logró –esta vez sí-, que Podemos y otros grupos democráticos, incluídos los nacionalistas catalanes, le votaran como presidente del Gobierno, después de plantear una moción de censura a Rajoy.

La chispa o mejor, el incendio, que deduzco, ha encandilado a Errejón para tomar su decisión de buscar ganar la presidencia de la Comunidad de Madrid, con un proyecto más inclusivo que el marco más restrictivo que le imponía Podemos, fueron las elecciones andaluzas. La lista de Podemos e Izquierda Unida –“Adelante Andalucía”- no sólo no avanzó electoralmente sino que perdió más de 300 mil votos. También el PSOE –pese a ser el partido más votado en Andalucía, tuvo un drenaje de algo más de 400 mil votosy el PP perdió también miles de votos, sólo puede gobernar debido a su alianza electoral y parlamentaria con Ciudadanos y la extrema derecha de Vox que fue el partido que proporcionalmente tuvo la mayor ganancia de votos (de un puñado de votos insignificante (18,000) a unos 390 mil) y 12 diputados en el parlamento Andaluz.

De este retroceso de los partidos tradicionales y de Podemos + IU, Errejón saca la siguiente reflexión: la gente quiere políticas menos centradas en los partidos tradicionales, más transversales y más amplias. Dar cabida a movimientos dónde puedan articularse no solo demandas diversas de múltiples sectores y sensibilidades sociales y políticas, sino también dónde algunos de los líderes o activistas de esos movimientos estén representados como candidatos.

Eso es lo que él y Manuela Carmena quieren hacer en Madrid. Unir a todos los sectores, desde la derecha verdaderamente democrática y moderada (no neofranquista y tardofascista, que tienen sus partidos que los representan en PP y VOX), los votantes de un “centro” que no se siente representado en esa cosa políticamente pantanosa y gelatinosa que es, cada vez más, Ciudadanos y las variopintas sensibilidades de las  izquierdas. Desde la moderada socialdemócrata hasta los más ilusorios del anarquismo libertario no violento, pasando por los socialistas democráticos que aún, 200 años después, consideran que el marxismo de Marx está aún vivo, pero que tiene que accionar políticamente conforme a la etapa actual del capitalismo y rechazar la herencia del estalinismo y su capitalismo de Estado y totalitarismo.

Así visto y, si así se pretende implementarlo, el proyecto es atractivo. Mucho más que presentar un clásico programa de izquierdas de toda la vida que, ya sea, porque  ha sido interiorizado en grandes sectores de la sociedad como un calco del “mal ejemplo” de la práctica de la URSS y de los Países del Este. Ese “modelo” es masivamente rechazado en Occidente y no produce ninguna motivación electoral, salvo para una minoría irreductible al desaliento e híper politizada.

Percibir estos signos demuestra tener sensibilidad política e “intuición”, sobre todo, si el objetivo no es hacer “teoría política”, o sentar doctrina o cátedra de ortodoxia desde los diarios, revistas, blogs o desde las redes sociales, sino ganar votantes y educar para el cambio basado en intereses y el bien común, y esto aquí y ahora  en las sociedades de hoy tiene que ser –salvo que se produzcan imponderables- , una tarea lenta, gradual, progresiva. En breve, un proceso político de aunar fuerzas sociales no siempre coincidentes en una meta lejana común, pero que sí se pueden articular y coincidir en objetivos muy específicos de corto y mediano plazo.

Todos los demócratas y progresistas consecuentes tienen que tener muy claro que en los tiempos difíciles que vivimos, de avance “sin complejos” y sin pudor, de las fuerzas oscuras de la historia y de la posverdad como criterio de la comunicación y de los comportamientos, la supervivencia de las libertades públicas, de lograr una vida digna para los ciudadanos y, de un reparto más justo y equitativo de la riqueza nacional  y global, solo será posible, si todo el movimiento del común y sobre todo los partidos, aunque concurran a los comicios separados en siglas diferenciadas, tengan la madurez para votar a aquél mejor situado de entre ellos, para proporcionar así una mayoría aritmética, que impida el gobierno de los auspiciadores de la vía neofascista.

Como señala Madeleine Albright el fascismo actualmente va tomando el poder paso a paso, de manera lenta y a menudo hace  esto a través de los medios que ofrecen las sociedades democráticas para lograr sus fines autoritarios. Frente al tripartito del “extremo centro” de Cs, de VOX y del PP -la gran derecha neoliberal unificada-, sería un suicidio político y una mezquindad, que los demócratas  y  todos los progresistas –del partido que sean- no logren unirse en los parlamentos y asambleas para asegurar a todos los ciudadanos lo que es un valor supremo de nuestro régimen de convivencia: la materialización del Estado social y democrático de Derecho. Todo lo demás es secundario y banal en los tiempos que corren.

Torrelodones, 19 de enero de 2019.