Carlos Julio Báez Evertsz
Hay que pensar, reflexionar, sobre Brasil y las consecuencias que pueden derivarse para toda América Latina de que Bolsonaro pueda llegar a gobernar el país clave de nuestro subcontinente.
Que en un país como Brasil, después de la experiencia de los gobiernos del PT, una mayoría haya votado en primera vuelta a este descerebrado, es un motivo para sentirnos descorazonados de la capacidad cívica de nuestros votantes.
Un individuo que en la televisión dice que apoya la tortura, los asesinatos extrajudiciales, que es un machista confeso, enemigo de la mujeres como seres iguales en derechos y deberes a los hombres, que se declara racista y enemigo de todo lo que no sea sexo convencional (con una fobia e invitación a agredir a homosexuales, lesbianas, transexuales), que a un elemento de este bajo nivel le vote casi la mitad de los votantes es -hay que decirlo-, una vergüenza, un escarnio, una muestra de la falta de espíritu cívico y de madurez política.
También demuestra la enorme separación entre gobernantes y gobernados, que se ha producido en Brasil y que se está produciendo en parte del mundo. El asco y la exasperación ante el robo descarado de los políticos-que pasan de ser más pobres que una rata a millonarios-, y que sirven a los intereses de los grandes consorcios antes que a sus votantes, es comprensible.
Lo que ocurre es que los demagogos fascitoides, o simplemente paranoicos obsesivos y enfermos mentales, no acabarán con la corrupción. Exterminarán, como anuncia Bolsonaro, a los seguidores del PT, perseguirá a los trabajadores y a los pobres brasileños que les siguen, eliminarán manu militari y policial a las bandas de traficantes de drogas -pero sólo para colocar a los suyos, porque siguiendo la lógica del capitalismo: dónde hay una demanda habrá una oferta, siempre.
Y además, porque lo que está en juego es tratar de forjar a través de un demente bocazas como portavoz, un grupo de poder empresarial-militar-político oligárquico, para volver a tener el control del poder, sin compartirlo con los PT (considerados unos fascinerosos izquierdistas, aunque resultaron en el poder unos melifluos socialdemócratas o socioliberales).
En Brasil con Lula y comparsa se forjó una triada negociadora de empresarios, clase política y el PT como articulador de ciertas demandas populares y de los más pobres. Ahora se trata de eliminar ese condicionante popular y volver a que estos sean marginales en cuanto a negociar una parte del presupuesto.
Por último recuérdese que en Brasil, hasta ahora, para gobernar hay que negociar, tranzarse. Hay 30 partidos con representación parlamentaria y el PT -el mayoritario hasta el momento de estas elecciones-, no tiene ni siquiera el 30 por ciento de los diputados para gobernar. Por ello tenía que acordar mayorías y eso se hacía con corrupción: pagando a los políticos, dándoles privilegios, puestos administrativos y políticos, etc.
(Excursus: Como hace el PLD en RD, con la diferencia que allí no lo hace-como el PT-, por necesidad parlamentaria, sino para «emmerdar» a todo el mundo, razón por la cual, en RD no hay oposición efectiva porque a todos los ha integrado a su sistema corrupto, los tiene comprados, salvo excepciones, como Alianza País, Fuerza de la Revolución, IR, y otras minorías sin significancia parlamentaria ni electoral…al menos, por ahora, por ahora).
El PT se acostumbró a que para gobernar tenía que usar la corrupción porque ese es el lubricante de estas Repúblicas Corruptas, pseudo democracias liberales. La solución a ese sistema no son las propuestas de Bolsonaro, ni las soluciones autoritarias, fascistoides, de formulas simplistas para resolver problemas complejos. Que siempre terminan en invocar a un hombre providencial que gobierne de manera absoluta.
La solución real –que no es sencilla ni fácil, ni se resuelve con adjetivos calificativos despectivos, ni con invocaciones a las viejas fórmulas estalinistas-, pasa por una regeneración cívica, política, un cambio necesario de personal político, incluso de partidos del sistema por reales y pragmáticas ALTERNATIVAS AL SISTEMA.
Solo así se podrá llegar a una democracia real y eso requiere que los ciudadanos, si tienen necesidad, que cojan las «cajitas» y los «pesistos» que les dan el día de las elecciones, para comprar su voto, pero que NUNCA MAS voten a esos políticos del pan para hoy hambre para mañana… y hambre por decenas de años.
Los brasileños todavía tienen la ocasión en tres semanas de evitar el oprobio, la vergüenza y el contagio de la que llamo la «enfermedad brasileña», al resto del subcontinente. Todas y todos contra Bolsonaro, y lucha de masas por una democracia real. Sin salvadores improvisados y falsos profetas.
Torrelodones, 9 de octubre de 2018
Algo más sobre Brasil
Reproduzco unos párrafos de un artículo de Juan Arias, quien vive en Brasil desde hace décadas y es corresponsal de prensa. Es un gran conocedor de Brasil. Lo importante hoy es reflexionar sobre la situación de Brasil y, sobre todo, no creer que es una especificidad brasileña, en otros lugares puede pasar lo mismo.
La encuesta Gallup señala que en RD el 75% de los encuestados no tienen ninguna confianza en los partidos políticos como instituciones del sistema. Este dato no debe pasar desapercibido porque refleja un espacio vacío en política que puede ser llenado por aventureros, pero también es algo que debemos tener en cuenta lo que creemos que hay que tomar el poder NO para hacer lo mismo que los otros, sino para hacer una nueva política con decencia en la vida pública, con austeridad, con políticas sociales no clientelares y defendiendo a muerte los intereses de los dominicanos más pobres, creando trabajo, que es lo único que hace un país próspero y a los hombres y mujeres más libres.
Brasil puede ser que esté perdido para la democracia real y social, pero evitemos que los Bolsonaros se reproduzcan en otros lugares, y para ello, MAS DE LO MISMO NO ES LA SOLUCION.
Bolsonaro y Brasil, según Juan Arias corresponsal en ese país desde hace más de 30 años
“Los 23 millones de votantes del domingo que no concluyeron la primaria, por lo que mal saben leer y escribir, no los ha inventado el capitán Superman. Ni ha inventado los otros casi 30 millones de votantes que no acabaron la secundaria y que mal consiguen leer un libro al año y les asusta la más pequeña novedad cultural. Ni ha inventado a los millonarios que pagan menos impuestos que los pobres, que duermen felices en su mundo de privilegios intocables y que ven como demonios a quienes osan recordarles que no es justo que ellos acaparen casi la totalidad de la riqueza de los otros millones de personas que mal consiguen subsistir. Ellos también votan al marciano Bolsonaro.
Bolsonaro, en realidad, ya ha ganado. Ha conseguido llevar al Congreso, que es
el corazón de la democracia donde se legisla para bien o para mal y se puede
llegar a cambiar la Constitución y modelar a la sociedad, el segundo mayor
grupo de diputados (51) que no creo que representen una primavera de modernidad
y de defensa de los derechos humanos.
Ellos se unirán ahora a los llamados de las tres BBB, es decir el grupo de los
del Buey, los ganaderos y grandes terratenientes a quienes les parece un
desperdicio la tierra reservada a los indígenas que eran los dueños de este
país. Se unirán a los evangélicos que pretenden gobernar con la Biblia en vez
que con la Constitución y el de la Bala, los nostálgicos del far west que pretenden
armar hasta a los niños.
El ex-paracaidista no ha ganado por lo que él vale, por lo que ha creado en el
pasado, por lo que ha representado en la sociedad, donde fue poco más que una
sombra. Ha ganado porque ha sabido mejor que otros descubrir que el Brasil que
habíamos cantado como una sociedad que estaba llegando a la Tierra prometida de
los países a quienes la cultura había liberado del peso del oscurantismo, es
aún una sociedad del atraso con nostalgias de pasado”.